—Una oleada de energía emitió desde el talismán, creando una barrera protectora alrededor del inspector Zhao —. La mano negra y carbonizada que lo había estado asfixiando retrocedió como si hubiera sido quemada por un fuego invisible. La risa escalofriante del poseído Mu Jie se convirtió en alaridos de agonía. El coche, que había estado zigzagueando peligrosamente, se estabilizó mientras el inspector Zhao recuperaba el control del vehículo. Jadeó en busca de aire, con la garganta todavía dolorida por el incidente, pero estaba vivo. Mu Jie, o lo que sea que hubiera tomado control de él, parecía momentáneamente debilitado por el poder del talismán. Sus ojos oscuros se entrecerraron y emitió un gruñido gutural de frustración. El inspector Zhao sabía que tenía que actuar rápido.
—Echó un vistazo al espejo retrovisor una vez más, pero esta vez, los ojos de Mu Jie ya no estaban completamente negros; habían vuelto a su estado normal. Llamó con cautela
—¿Joven Maestro Mu?
