—Pero... he escuchado que el último grupo que exploró este lugar nunca regresó —una voz suave sonó. Era la voz de una chica.
—¡Hmph! No le tengo miedo a nada. No creo en fantasmas. Y como dicen, si no crees, ¡no te pasará!
Yu Holea, a pesar de sentirse mal, dirigió su atención hacia las voces detrás de ella.
Pudo ver a un grupo de jóvenes discutiendo la idea de explorar un cementerio. Intrigada por su conversación, se esforzó por escuchar.
Qiao Li, que estaba de pie al lado de Yu Holea, también se percató de la discusión.
—... ¿No es esa la típica frase donde comienza la historia de terror? —Qiao Li dio un paso adelante y ofreció una botella de agua a Yu Holea.
—Aquí, bebe un poco de agua. Respira profundo e intenta calmarte —aconsejó, su voz era gentil y tranquilizadora.
Yu Holea tomó el agua y bebió despacio, intentando calmar sus manos temblorosas.
La presencia de Qiao Li y su actitud serena proporcionaron un sentimiento de confort en medio del mareo y la náusea.