Neveah se estremeció ligeramente ante las implicaciones de su padre, pero no se atrevió a hablar más.
Simplemente se mantuvo allí, con la cabeza inclinada, sin atreverse a encontrarse con la mirada de su padre mientras sus ojos escaneaban su habitación antes de posarse en ella otra vez.
—¿Por qué estabas en el bosque anoche? —preguntó el Rey Alfa Lothaire.
«¡Él lo sabe! ¡Por el creador que lo sabe!», pensó Neveah horrorizada.
El corazón de Neveah dejó de latir por un momento, sus manos temblaban de terror mientras las apretaba en puños, intentando sin éxito calmarse.
—Yo... yo... —tartamudeó Neveah, incapaz de formar una palabra coherente.
—¿Replicando por lo que tu madre y tu hermano te dijeron? —interrumpió el Rey Alfa Lothaire con un tono de disgusto.
—Yo... No, padre, no me atrevería —murmuró Neveah con un tono bajo apenas más fuerte que un susurro.