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La oscuridad envolvió a Neveah en el momento exacto en que su cabeza quedó sumergida y su visión se nubló en el agua ennegrecida.
Su vista de la superficie era inestable, pero Neveah mantenía su mirada fija en ella, sus instintos se activaron de inmediato y contuvo la respiración.
Intentó nadar hacia arriba, pateando con piernas y brazos, pero el peso que la arrastraba hacia abajo era mucho más fuerte que el suyo, no podía superarlo.
Neveah podía oír los sonidos de un ataque.
—¡Kobolds! —pensó Neveah, recordando a las siniestras bestias invocadas por la magia oscura.
Los había enfrentado solo una vez junto a Menarx, pero Neveah nunca podría olvidar esos gruñidos.
Los sonidos provenían de la superficie y así sabía que sus compañeros ahora enfrentaban sus propios problemas y estaban impedidos de ayudarla a tiempo.