—Tus ojos, Veah... son dorados... tienes que calmarte —dijo Tara con cautela desde donde estaba sentada.
La mirada de Neveah no se desvió y no reaccionó, como si ni siquiera hubiera escuchado hablar a Tara.
—Dime por qué me has ocultado esto, Everon —preguntó Neveah, su tono inquietantemente calmado.
—Neveah, no te ocultaré nada, pero no hablaré si no te calmas y me hablas con calma —dijo Everon claramente.
Everon sabía que la influencia de Demevirld se filtraba en las palabras de Neveah, haciéndolas más frías y mucho más duras de lo que ella jamás se dirigiría a Everon.
—¿¡Realmente estás negociando conmigo ahora mismo?! —siseó Neveah, conteniéndose antes de que pudiera decir más.
—¡Dime por qué has recogido muestras de sangre de quién sabe cuántos de sangre ligera y me lo has ocultado! —siseó Neveah en un tono peligroso y bajo.