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—No apruebo sus métodos, pero el resultado es lo que yo también deseo... que valores tu vida, tanto como valoras la nuestra—. Las palabras resonaban en la mente de Neveah, y no por primera vez en la última hora.
—¿Qué significa eso? ¿Que estoy equivocada y Jian tiene razón? ¿Se espera que vaya a él y le agradezca por su regalo? —preguntó Neveah incrédula.
Neveah estaba sentada en el borde de su bañera, su mano estaba sumergida en el agua tibia que llenaba la tina de madera y la movía suavemente.
—¿Cuándo he dejado de valorar mi vida? No es como si hubiera ido a morir o algo así... lo único que podría haberme matado era esa escama —murmuró Neveah para sí.
Neveah no lo entendía; el Rey Jian siempre le había permitido hacer lo que quisiera antes de esta vez, incluso cuando la detestaba.