—Veah, los dragones de las dunas están listos para volar cuando tú lo estés —estas fueron las palabras que sacaron a Neveah de los profundos pensamientos que asediaban su mente y devolvieron su atención a la realidad.
—Sí, padre... en un momento —respondió rápidamente Neveah,
pero aún así, su respuesta llegó con un latido de retraso y Kaideon ya tenía esa expresión en su rostro, la mirada de entendimiento que Neveah había llegado a reconocer que siempre adornaría su rostro cuando él sabía que algo no iba bien.
—¿Estás bien? —preguntó Kaideon en voz baja, cerrando la puerta de Neveah detrás de él—. Porque si sientes incluso la más mínima incomodidad, siempre podemos extender nuestro regreso... asegurarnos de que estés bien de salud.
—Has tenido solo un día de descanso, Everon insiste en que el vuelo hacia las dunas será demasiado exigente para tu salud —recordó Kaideon, aún preocupado.