—¡Neveah! ¡Neveah! —Menarx llamaba desesperadamente a Neveah, quien había quedado inerte en sus brazos en el mismo momento en que la había levantado.
Menarx se dirigió corriendo hacia sus aposentos, sus ojos abiertos por el pánico y el terror.
Terror... puro e inalterado había aferrado el corazón de Menarx desde el momento en que Neveah tosió sangre y creció más con cada segundo que pasaba.
Menarx podía sentir el calor de la sangre de Neveah filtrándose a través de la tela de su ropa, ella estaba sangrando por todos los lugares por donde no debería, y aunque el sangrado era lento, no se detenía.
Neveah estaba en perfecto estado de salud, era fuerte y en forma, Menarx sabía que no había ninguna condición subyacente de que culpar, simplemente no podía entender qué estaba pasando.
Everon estaba delante de él, abriendo rápidamente la puerta para que Menarx pudiera entrar. Menarx se apresuró hacia su cama, acostando rápidamente a Neveah.