—Veah, amor... ¿estás despierta? —Menarx llamó en voz baja al entrar en los aposentos de Neveah, acompañado por Everon.
Neveah gruñó con molestia ante los rayos de luz que se filtraban por la puerta abierta; había mantenido su habitación en absoluta oscuridad para dar la ilusión de que aún era de noche.
—¿Qué es esta vez? Sabes que no deseo ver a nadie, Narx. —Neveah murmuró mientras se sentaba en la cama, echando una mirada a los invitados no deseados.
—Ya han pasado tres días, Neveah. Apenas sales de tus aposentos y has ignorado todas las citaciones de la academia, te has negado a ver a alguien que no sean Kaideon y Menarx. —Everon acusó.
—Eso es porque yo no soy cualquiera, no pueden incluirme con el resto de ustedes. —Menarx defendió, acercándose a Neveah y depositando un beso ligero en su frente.
—Lo que sea. —Everon soltó con desdén.