—Silencio, no hagan ruido —advirtió la Alta Sacerdotisa Melissa a sus ayudantes mientras entraban en sus aposentos, liderados por Timmon, el jefe de la guardia del clan Nord.
—Venimos en cuanto nos enteramos, es un gran alivio que su conciencia esté restaurada, Mi Dama. Temíamos que cayera en un torbellino oscuro —dijo Timmon en tono bajo.
Un torbellino oscuro era un temible riesgo de la adivinación, un estado donde la conciencia de uno se perdía en el plano entre una visión y la realidad y no podía ser recuperada.
Era por el temor a los torbellinos oscuros que aquellas ninfas que adivinaban la voluntad del Creador se dejaban a sí mismas en completa paz y silencio, no se permitían interrupciones.
—Realmente es un alivio —concurrió uno de los subordinados de Timmon, también en un susurro.
La necesidad de la quietud no requería explicación, recostado en la cama junto a la cual la Alta Doncella se sentaba estaba Dante, todavía profundamente dormido.