Neveah observó a Román luchar por ordenar el desorden que había creado, pero simplemente no tenía la fuerza para levantar troncos tan grandes.
El joven gruñó frustrado antes de levantar una mirada suplicante hacia Neveah.
—¿Qué? —preguntó Neveah con una ceja levantada, mientras seguía pendiente de Lydia.
Por los sonidos que Neveah escuchaba en la cocina, Lydia no se había percatado del problema que Román había causado, sin embargo, no pasaría mucho tiempo antes de que lo notara.
—Ehmm... ¿puedes ayudarme a levantarlos? Los troncos son demasiado pesados... ¿por favor? —Román preguntó con esperanza.
Neveah rodó los ojos ante el joven, caminando hacia él, le dio un ligero golpecito en la frente.
—Hay cosas que debes hacer con tus manos, Ro, la magia no es un juguete. —Neveah regañó, aunque sus labios temblaron ligeramente.
—¡Eh! —exclamó Román, levantando la mano para frotarse la frente mientras fruncía los labios.