—¡Ahh! —Wang Fu Ya gritó de dolor cuando los bisturíes cortaron su piel.
La enfermera se sorprendió por el fuerte ruido. Se agachó y vio a Wang Fu Ya.
—Señorita, ¿está bien? Aquí, voy a atender sus heridas —dijo la enfermera.
Wang Fu Ya empujó a la enfermera. La enfermera cayó al suelo y su mano se cortó con el bisturí que estaba en el suelo. Emitió un siseo de dolor. Otra enfermera que vio esta escena corrió a ayudar a su colega.
—¿Estás bien? —preguntó.
—Sí. —respondió la enfermera.
—Trataste de ayudarla, pero ella fue ingrata. Fue su culpa por correr en el pasillo del hospital y chocar contra tu carrito —se quejó la enfermera.
Los demás también lo pensaron, pero a Wang Fu Ya no le importaba lo que la gente pensara de ella. Necesitaba huir. Intentó levantarse aunque sentía dolor por todos los cortes abiertos.