Los gritos y golpes continuos interrumpieron a Yu Qi. Se vio obligada a abrir los ojos. El dolor golpeó su cerebro haciendo que un sonido saliera de su boca.
—Argh, mi cabeza. Realmente duele. —Afortunadamente, el dolor solo ocurrió durante un corto tiempo. Justo entonces se dio cuenta de que acababa de tocarse la cabeza con la mano.
Estaba mirando sus manos. Movió sus dedos varias veces para asegurarse de que no estaba soñando.
Al saber que esto no era un sueño, una lágrima cayó de sus ojos. Sus piernas también estaban bien. No habían sido amputadas. —Espera, algo se siente diferente. —Empezó a mirar a su alrededor. Esta habitación era su habitación de hace 10 años. Se despojó de su cama.
De pie y derecha, se sentía extraña. Mirando hacia abajo, sus pechos eran más pequeños que antes. —Algo no está bien. Ya estoy muerta. ¿Por qué estoy aquí? Todo lo que sentí antes no es un sueño. La hemorragia, el dolor, todo. —Tomó un pequeño espejo y miró su rostro. El rostro era el rostro de cuando tenía 16 años. Acababa de regresar al pasado. —He vuelto al pasado. —Sonrió al espejo mientras se tocaba la cara.
Los golpes continuaron en su puerta. Recordó que en ese momento vivía con su familia adoptiva. Pero en ese tiempo, ella no sabía nada al respecto. No le habían dicho. Caminó hacia la puerta y la abrió. El primer rostro con el que se encontró fue el de su joven hermana adoptiva, Wang Ha Na.
—Oye, ¿por qué sigues durmiendo? He estado golpeando tu puerta. Tengo hambre. Haz el desayuno más rápido —exigió Wang Ha Na.
Los ojos de Yu Qi despidieron un destello frío. Recordó que era como una sirvienta en esta casa. Esta familia siempre había sido así.
Tratándola como una esclava que podía ser ordenada en cualquier momento. Ella pensó que era normal que ayudara a su familia, pero ellos pensaban de manera diferente.
Sintiéndose estremecida, Wang Ha Na se abrazó a sí misma. No sabía por qué se sentía así. Mirando alrededor, solo miró hacia arriba a Yu Qi. Yu Qi le sonreía. Se soltó después de sentirse bien.
—Rápido. Tengo hambre. —Después de terminar esa frase, Wang Ha Na se fue.
Con una sonrisa fría destellando en sus labios, Yu Qi cerró la puerta y empezó a cambiarse de ropa. Después de terminar, salió de su habitación. En la sala de estar, vio a personas que ella creía que eran su familia.