Antes de que Shiro pudiera decir algo, vio a María apretar los dientes de rabia y tomar una espada cercana.
—¡Basura! —gritó y partió la espada por la mitad.
Abriendo mucho los ojos, Shiro se detuvo por un momento y se preguntó si debería dejar sola a María.
A pesar de su apariencia delicada, su repentina oleada de ira le hizo pensarlo dos veces antes de acercarse de forma casual.
Sin embargo, María ya había visto a Shiro y era demasiado tarde.
*¡Cof!*
—Me disculpo por ese desagradable espectáculo. ¿En qué puedo ayudarte? —María sonrió dulcemente y Shiro asintió después de una breve pausa.
—Está bien, eh... No te preocupes. Alguien me dijo que te buscara si quería un buen arma blanca —Shiro respondió.
—Ohhhh. Vale, ven, ven, ¡siéntate! —María asintió entusiasmada y le recordó a Shiro cómo se comportaba Silvia cuando hablaba sobre buen equipo de curación.
Arrastrando a Shiro hacia una silla, María comenzó a escarbar entre su equipo.
