[Prisión Municipal: Sala de Visitas]
—Já —Silas soltó una risita en cuanto entró a la sala de visitas, con los ojos llenos de malicia al ver a la persona dentro. El oficial que lo acompañaba lo empujó un poco, haciéndolo arrastrar los pies hacia la mesa y observando al mismo oficial sujetar sus esposas a la barra de acero de la mesa.
—Vaya sorpresa más agradable —reflexionó Silas mientras miraba a Axel sentado frente a él—. No creí que alguna vez reunirías el coraje para venir a visitar al hombre que intentó desintegrarte, Axel. Sin duda, has crecido.
Axel mantuvo una expresión neutra, evaluando el rostro de Silas. Había pasado solo un poco más de un mes desde que Silas fue arrestado. Por lo tanto, no era sorprendente que el hombre no hubiera reflexionado sobre sus crímenes. Si acaso, parecía haberse adaptado bien al interior.