—¡Ian! ¡Allí estás! —Blanche tumbó a Adrián Han al suelo con un gran abrazo.
El chico de catorce años se sobresaltó y dejó caer el libro que estaba leyendo con un chillido de sorpresa. No tardó en llegar también Dylan, de ocho años.
—¿Por qué te escondes aquí, Ian? —Dylan preguntó, curioso por conocer la razón detrás de la repentina desaparición de su primo.
Adrián no dijo nada, pero ayudó a la cumpleañera a levantarse, sacudiendo la tierra de su vestido. No era la primera vez que estaba aquí en la finca de la familia Qin en el Jardín Jinxiu, pero cada vez que venía, no podía evitar sentirse avergonzado, especialmente al enfrentarse a su tía, Adrienne Jiang.
No importaba cuánto su abuela lo protegiera, Adrián estaba destinado a conocer los secretos de la familia Han. Creciendo, Adrián escuchó a los sirvientes hablar sobre lo terribles que eran sus padres fallecidos. No podía escapar al peso de su reputación.