—Es tan pequeño —dijo Blanche, su voz apenas un susurro—. Tú y Alina también eran así de pequeñas antes.
Lennox observaba asombrado cómo su hija adoptaba su papel de hermana mayor. Era una imagen que le calentaba el corazón y le llenaba de esperanza por el futuro que le esperaba a su familia.
Y cuando Adrienne abrió los ojos y vio a Blanche sosteniendo a su bebé, una suave sonrisa apareció en sus labios. Lennox podía ver el amor y el orgullo reflejados en su mirada mientras observaba a sus hijos. Momentos como esos le recordaban las bendiciones que tenían el uno en el otro y en su creciente familia.
Se inclinó más cerca de Adrienne, dejando un tierno beso en su sien.
—Nunca imaginé que nuestras vidas serían tan hermosas —susurró Lennox, su voz llena de gratitud.
Adrienne giró la cabeza para encontrarse con su mirada, sus ojos brillaban con un amor no expresado. —Yo tampoco —respondió suavemente, entrelazando sus dedos con los de él—. Pero no cambiaría ni una sola cosa.