Lennox miró a la niña que tenía delante. Intentó por todos los medios mantener su expresión seria, pero le resultaba difícil mantenerse demasiado serio cuando veía el brillo pícaro en sus ojos. Blanche cumpliría cinco años al día siguiente, y a pesar de su corta edad, ya sabía cómo manejar a su padre y manipularlo para conseguir lo que quería.
Giró la mirada hacia su esposa, pidiendo ayuda a Adrienne, pero ella solo se encogió de hombros mientras sostenía a su hijo menor dormido en su seno. Sabía que su hija lo tenía en la palma de su mano desde el momento en que Blanche nació.
—No me mires así, Len. ¿Acaso no deseabas tener una hija como ella? —dijo ella, con una sonrisa pícara en sus labios—. Es tu culpa por no poder ser firme cuando le dices que no.