El análisis de sangre reveló que Adrienne estaba embarazada de doce semanas, lo que los puso a ella y a su esposo por las nubes. No podían contener su felicidad, pero decidieron no anunciar el embarazo tan pronto, ya que Adrienne tenía antecedentes de perder los embriones implantados en su útero antes.
El peso de sus pérdidas pasadas se había levantado, reemplazado por una renovada anticipación hacia el futuro. Lennox sabía que esta vez necesitaban ser extremadamente cautelosos para proteger su frágil estado y asegurar el bienestar de su hijo no nacido.
Lennox no podía dejar de sonreír mientras conducían de regreso a casa. Tomó la mano de Adrienne y besó su frente, rebosante de alegría. La noticia de su tan esperado embarazo había llenado sus corazones de esperanza, pero también con un dejo de aprensión.