Desde luego, esta mujer seguía siendo la misma. Desenfrenada y sin importarle las leyes redactadas por la Emperatriz.
—¿Dónde está tu maestra? —preguntó Wen Gui a la Abogada Zi, quien le sonrió y luego dijo condescendientemente:
— Mi maestra está ocupada con sus asuntos, ya que no sabía que iban a venir visitas sin cita previa. No te preocupes, ahora la llamo.
Wen Gui sabía que la Abogada Zi le hablaba con sarcasmo, pero no dijo nada. La razón por la que estaba allí era solo para distraer a Madam Yin y nada más. No le importaba lo que la Abogada Zi le dijese, claro, eso era porque sabía que si abría la boca para pelear con la Abogada Zi, la aplastaría en el suelo hasta que no pudiera moverse más.
Algo que estaba completamente en contra del plan.
La Abogada Zi desconocía lo que pasaba por la cabeza de Wen Gui. Nunca se habría imaginado que un tritón tan bonito como Wen Gui pudiera pensar en algo tan duro como golpearla contra el suelo.