—¿Estás despierta, mi amor? —Sebastián entró en la habitación con la esperanza de ver los ojos inocentes de su esposa parpadeándole, pero para su decepción, ella aún dormía.
Suspiró y caminó hacia la cama, retirando suavemente el cabello de su rostro y besando su frente.
—Despierta pronto. No me siento feliz sin ti —Sebastián le susurró al oído, y tan pronto como lo hizo, sintió que el latido del corazón de su esposa aumentaba ligeramente.
Eso significaba que estaba recuperando la conciencia, y una sonrisa se esparció en sus labios.
Sabía que ella necesitaba descansar, pero quería actuar egoístamente de vez en cuando y tenerla abrazándolo por el cuello mientras le decía dulzuras para calmar su corazón furioso.
—Mmm —Elliana gimió con desagrado antes de girarse en su sueño, casi derribando a Sebastián consigo misma mientras enrollaba sus piernas alrededor de su cuerpo, haciéndolo reír.
Ella era realmente algo.