—¿Estás enojado conmigo? —preguntó Sebastián a Elliana, haciendo que la chica pusiera morritos y negara con la cabeza.
—Gracias. Porque no creo que pueda vivir con tu enojo. No perdamos nuestro tiempo con estas emociones inútiles y enfoquémonos en amarnos, ¿de acuerdo? —Sebastián rodeó con sus manos las mejillas de ella, mirándola a los ojos de Elliana, haciendo que sus labios temblaran.
—Estoy triste. Estás sufriendo tanto por... —Ssshh —Sebastián puso su dedo en los labios de ella para detenerla antes de que terminara la oración.
—No termines esa frase. No estoy sufriendo por ti, bebé. ¿No lo sabes? Soy un hombre egoísta, mi Cara. Solo estoy tratando de protegerme de perder el control y mantener mi cordura. ¿Sabes dónde reside mi cordura? —Sebastián colocó su frente sobre la de ella antes de sonreír.
—¿Dónde? —preguntó Elliana cuando él no dijo nada.