—Leila, no tiene sentido lo que dices. ¿Por qué es un problema que Arizona pidiera la ayuda de Elliana? ¿Están planeando algo de nuevo? Si ese es el caso, no permitiré que mi hija se acerque a esas malvadas brujas —dijo Azura, y Leila tragó saliva.
—No es que estén planeando algo juntas. Arizona tampoco está conspirando con Azrael. Es que Azrael está —Leila jadeó, llevándose inmediatamente las manos al cuello.
Azura se levantó de su lugar, la jarra de té de hierbas se cayó sobre la alfombra mientras observaba la sangre que salía de la boca de Leila.
—No-no. Leila, ¿qué te pasa? No puedes morir así sin decirme la verdad. Dijiste que me ayudarías a mí y a mi hija por todo. Dime la verdad. ¿Azrael hizo qué? —Azura agarró los hombros de Leila, sacudiendo violentamente a la mujer.
Lágrimas corrían por los ojos de Leila mientras caía de rodillas en un dolor inmenso.
Sus entrañas se revolvían, y era casi como si alguien le cortara las venas una por una.