Elliana respiraba con dificultad, mirando a su esposo con ojos llorosos, su expresión turbada mientras Sebastián le sonreía burlonamente, limpiando el sudor de su frente.
—¿Te gustó? —preguntó Sebastián, la expresión en el rostro de su esposa era demasiado fácil de leer.
Podía ver que eso no era suficiente para ella y, aunque estaba cansada, ella pediría otra ronda.
—¿Debo llevarte de vuelta a la cama ahora? Esta posición te ha cansado bastante en los últimos segundos —Sebastián acarició sus mejillas.
Elliana bufó y golpeó su mano, haciéndola parecer una gatita enojada y Sebastián soltó una carcajada suave.
—Vamos, Princesa-
—¡Ni se te ocurra compadecerte de mí, señor Marino! Vamos por otra ronda. No estoy cansada. Verás cuánta resistencia tengo esta vez —dijo Elliana, provocando a su bestia por tercera vez en una sola hora.
Sebastián sonrió con suficiencia.