—¿Qué tal tu sesión de entrenamiento? —Sebastián se acercó inmediatamente a Elliana en cuanto la vio acercarse a la base principal, haciendo sonreír a la chica.
—Estuvo bien —dijo Elliana—, y el hombre asintió antes de tomarle la mano.
—¿Listos para ir a casa? No dirás que no otra vez, ¿verdad? Vamos a volver a nuestra casa —susurró Sebastián, listo para jugar la carta de 'triste', pero Elliana lo miró y sonrió, sabiendo obviamente sus tácticas para hacerla regresar al palacio Calavera Negra.
—Está bien. Vamos —susurró Elliana.
Sebastián se inclinó y la levantó en brazos, haciendo que la chica soltara una risita suave.
—En serio, señor Marino, puedo caminar. Solo he entrenado un tiempo —reflexionó Elliana, haciendo que el hombre asintiera.
—Lo sé, ¿pero a quién le importa? Puedo tener a mi esposa cerca de mí y
—Bueno, técnicamente, no soy tu esposa. Firmé el acuerdo de divorcio, ¿recuerdas? —dijo Elliana, y Sebastián se detuvo en sus pasos.