Sebastián no se movió de su lugar y siguió mirando el sitio donde Elliana estaba antes.
Todos allí presentes, alerta de sus reacciones.
—Manden a todos de vuelta —Abramo miró al Príncipe Santo, quien miró a su hermano, de pie bajo la lluvia sin moverse, y asintió a su abuelo antes de ir al otro lado para pedir a todos que se fueran.
—Creo que ustedes también deberían irse —Abramo miró a la familia, y las damas se fueron con Noé.
Abramo miró a su nieto Stephano, quien también observaba a Sebastián, todos permaneciendo alerta en caso de que perdiera el control sobre sus emociones y su bestia se apodere de él.
—¿Debería ir a ver cómo está? —preguntó Stephano, pero Vincenzo sujetó la mano de su hermano.
—Déjalo que se acostumbre a sus emociones. Y si se enoja, déjalo. Si esta rabia se queda dentro de él hoy, lastimará a todos a largo plazo. Deberías irte Abuelo —dijo Vincenzo al mirar al Príncipe Stephano, quien le devolvió la mirada.
—¿Vas a esperar? —preguntó.
—¿Tú?