Después de buscar a la princesa durante otros quince minutos, cuando nadie pudo encontrarla, Sebastián dejó de intentarlo.
Nadie era capaz de encontrar a su princesa por él.
Sus ojos se volvieron negros y estaba a punto de dejar que su bestia tomara el control para encontrar a su esposa cuando se detuvo.
Todo se quedó inmóvil a su alrededor.
Era como si los pájaros dejaran de cantar, todos dejaran de hablar y el viento dejara de soplar cuando él sintió su presencia de nuevo.
Su corazón empezó a bombear sangre de nuevo, y se sintió vivo con esperanza.
—Princesa, ella está aquí en alguna parte —Sebastián se giró frenéticamente.
Su corazón empezó a latir más rápido mientras caminaba antes de cerrar los ojos para sentir exactamente dónde estaba ella.
—Princesa Elliana —escuchó un susurro tenue, y se giró hacia la dirección, viendo a todos mirando detrás de él hacia el escenario.