Sebastián la colocó bajo la regadera, mirándola de cabeza a pies con una expresión difícil de descifrar.
—Hoy sentí algo, Princesa —susurró Sebastián antes de empezar la ducha con un goteo lento para poder hablar con ella.
Cayó de rodillas antes de mirarla, el agua cayendo en sus ojos, suavizando la mirada de Elliana. Ella instintivamente dio un paso adelante para protegerlo del agua para que pudiera verla sin dificultad.
—¿Qué es? —preguntó ella, tocando su máscara suavemente.
—Esto... Lo que estás haciendo... Me di cuenta de esto hoy —dijo Sebastián antes de deslizar su mano alrededor de su cintura y acercarla más a él.
—Me proteges, princesa. Me proteges de mi propia negatividad y me impides ser el monstruo que soy. Porque en el momento que te alejaste de mi lado, fue casi como si perdiera el control sobre todo. No fue una buena sensación, princesa —dijo Sebastián, poniendo su cabeza en su vientre.