—Lo siento —Sebastián sostuvo su mano libre.
Vincenzo miró a su hermano quien nunca se disculpaba con nadie y luego miró a la chica cuyos labios se retorcieron ligeramente.
—¿Realmente estaba bromeando con él en un momento como este cuando su bestia apenas estaba bajo control? ¿Qué le pasó a la chica que solía domarlo? Pero entonces, ¿no estaba domado ante ella? —pensó Vincenzo.
Realmente era difícil entenderlos a ambos.
—¿No puedes escucharme, Príncipe Vincenzo? Vamos —Elliana miró a Vincenzo, quien arqueó las cejas, inseguro de qué juegos estaban jugando.
—Pero... —Vincenzo comenzó pero antes de que pudiera decir algo, Sebastián jaló a Elliana hacia él de un tirón, haciendo que su espalda golpeara su pecho.
La giró hacia él, mirándola directamente a los ojos.