—Oh, mi Cara. ¿Qué te has hecho a ti misma? ¿Cómo pudiste dañar algo que era mío? ¿No sabes que no tienes permitido hacerlo? —susurró Sebastián, su frente tensándose al ver su labio inferior temblar.
—Príncipe Sebastián, ella necesita ayuda psíquica para salir del laberinto en el que está atrapada y... —Pluto se detuvo cuando Natanael sujetó su mano.
Natanael negó con la cabeza a su amigo.
Este amigo suyo ya había creado grandes problemas y lo odiaba por ello, pero no quería que se metiera con la bestia y terminara perdiendo su vida.
No sabía qué era, pero al ver a Sebastián, por alguna razón, sabía que él podría ayudarla sin que necesitaran usar magia. Por mucho que le doliera saberlo, esa era la verdad.
Si hubiera sido antes, él también habría podido calmarla porque en ese tiempo él solía abrazarla, besar sus mejillas y frente, y tranquilizarla con su mano sobre su corazón para calmarla, pero ahora las cosas eran distintas.