—Y tú no vas a detenerme, Cara. Nunca me impedirás probarte cuando o donde quiera. ¿Entiendes? —Sebastián le preguntó, y Elliana apartó la mirada avergonzada por lo que él estaba sugiriendo, su pecho subiendo y bajando más profusamente, golpeando su pecho desnudo cada vez.
—Creo que deberíamos dormir, señor Marino —intentó Elliana, sus pestañas parpadeando inocentemente.
—Esa no es la respuesta a mi pregunta. ¿Entiendes, mi Cara? —Sebastián introdujo otro dedo dentro de ella, y otro suspiro salió de su boca, sus ojos llenos de lágrimas mientras lo miraba, haciéndole mirar directamente a sus ojos brillantes.
Y Dios no permita, era un espectáculo para ver, pareciendo una de las más encantadoras cuando lo mira así.
—Mmmm —gimió cuando cruzó sus manos sobre su cabeza, deslizando sus dedos ligeramente hacia afuera antes de empujarlos dentro de ella, haciendo que su cuerpo se sacudiera mientras otro gemido salía de su boca.