—Señor Marino, ella no es otra persona. Ella es mi —Eliana intentó decir que era su otra personalidad, pero la fría carcajada de Sebastián le impidió decir cualquier otra cosa.
—¿Tuya? ¿Ella es tuya? ¿Qué pasa conmigo? ¿Acaso no soy tuyo? —Sebastián agarró su mandíbula fuertemente hasta que las lágrimas brotaron en sus ojos, y ella asintió.
Miró dentro de sus ojos avellana que brillaban de manera animalística y una cosa estaba clara.
No importaba lo que dijera en este momento o qué tipo de razón le diera, él no la creería o entendería.
—Eres mío. Solo mío, señor Marino. Igual que yo soy tuya. Solo tuya —Elliana miró dentro de sus ojos sinceramente, tratando de transmitir sus sentimientos lo mejor posible.
Sebastián la observó durante unos segundos antes de asentir con un profundo 'Rrrr' resonando desde el fondo de su garganta.