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Elliana miró a su alrededor, confundida.
¿Se suponía que los cines estuvieran tan vacíos como estaban frente a ella? Afuera había multitud, entonces, ¿por qué aquí estaba tan silencioso?
—Señor Marino, creo que este lugar no está funcionando. ¿Qué tal si vamos a otro sitio? —sugirió Elliana, mirándolo con una expresión cautelosa y suave.
Sebastián la miró a la chica, quien observaba a su alrededor con una expresión adorable en su rostro, y murmuró.
—Está funcionando bien.
—¿Entonces por qué no hay nadie? ¿Acaso usted...?
—Alquilé el teatro para nuestra sesión de cine —respondió Sebastián como si le hubiera comprado dulces.
Elliana lo miró, lista para hacer más preguntas cuando él agarró su mano y entrelazó sus dedos, haciendo que ella bajara la vista avergonzada, callándose de inmediato.
—Ven —Sebastián asintió al guardia de seguridad dentro del cine número 5, quien devolvió el gesto y de inmediato abandonó el cine, cerrando con llave.