—¡Rrrrrrr! —El gruñido de Sebastián resonó en el salón de exposiciones, y Elliana miró dentro de sus ojos escarlata oscuros antes de tragar saliva.
—Sr.
No pudo ni terminar sus palabras cuando él la atrajo de vuelta contra su pecho, sosteniéndola con posesividad, sus ojos prometiendo estragos indomables si se movía un centímetro.
—¿Cómo te atreves a esconderte de mí? ¡Mía! —Su voz era baja, pero lo suficientemente alta para enviar escalofríos por la espina dorsal de las personas.
Agarró su mano y la torció detrás de su espalda antes de acercarla de nuevo, forzando sus labios sobre los de ella, haciendo que todos apartaran la mirada inmediatamente.
—¡Mmmmhhh! —Elliana gimió en desagrado e intentó empujarlo mientras él la besaba con una urgencia y rudeza que no había sentido antes.