Elliana arrastró a Sebastián hasta el otro rincón del corredor, y él arqueó las cejas cuando ella lo empujó contra la pared.
—Has sido un amigo muy malo, Tian. ¿Por qué le contaste sobre esas personas? ¿Sabes lo peligroso que era? —Elliana soltó un hipo, y no hacía falta ser un genio para saber que estaba bastante intoxicada.
Él sabía que hablar con ella en ese momento sería inútil, y que ella no entendería una palabra de lo que él dijera.
—No estoy de humor para hablar con una chica borracha. Así que, a menos que quieras que haga algo de lo que ambos nos arrepintamos, mejor déjame. Enviaré a tu esposo para que se ocupe de ti —Sebastián la empujó contra la pared, y Elliana frunció el ceño.
Estaba a punto de alcanzarlo para regañarlo más, pero él ya se había ido.
Sebastián volvió a entrar en la sala de reuniones y agarró su máscara.