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—Elliana, cariño, ¿cómo te sientes ahora? —preguntó Ruth con su voz exageradamente dulce, y Elliana, que había oído sus intenciones cuando leyó los pensamientos de la señorita Zoya, prensó los labios formando una línea delgada.
Cualquiera creería que esta señora era una buena persona y que te desea lo mejor si no supieras qué pasa por su cabeza.
—Me siento mucho mejor. Gracias por preguntar —Elliana caminó hacia el salón principal.
—¿No está aquí el señor Marino? —preguntó, mirando alrededor, y Angelo, que pasaba por allí, le desordenó el cabello, haciéndola mirarlo con los ojos horrorizados.
—Angelo, ¿qué comportamiento es este? ¿Es así como tratas a una dama? —Carla le frunció el ceño, y él sonrió con suficiencia.
—Mamá, apenas es una niña —Angelo sonrió con amplitud.