Elliana estaba allí, en shock, al percatarse de que Marcus blandía su espada contra Sebastián una y otra vez, la cual él apenas esquivaba.
—Señor Marino, ¿qué está haciendo? Defiéndase y contraataque —gritó Elliana, sintiendo sus manos sudorosas y un hormigueo en las palmas que la incitaba a hacer algo.
Si tuviera el poder en sus manos y no temiera arriesgarlo todo al usar sus poderes, ya habría roto esa mano que usaba la espada contra el Señor Marino hace tiempo.
—Estoy intentando, Princesa. Estoy demasiado cansado ahora. El juego solo terminará cuando uno de nosotros esté en el suelo, pero no hay forma de que me incline delante de nadie —dijo Sebastián, y Elliana se mordió el labio inferior.
Era tal como ella pensaba. Estaba cansado. Miró fijamente al Príncipe Marcus, que atacaba al Señor Marino nuevamente como si estuviera descargando alguna clase de enojo en él.
Era evidente.