—Esto no es apropiado, Príncipe Vincenzo. No puedes entrar en mi habitación así cuando mi esposo no está aquí —dijo Elliana, con la mirada severa, y Vincenzo la miró con una expresión neutral antes de asentir.
—Lo sé, no puedo. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Recuerdas algo? ¿Pasó algo? Estoy seguro de que no es solo porque bailaste durante 15 minutos. La Gloria que conocía no era así —dijo Vincenzo.
Elliana frunció el ceño con molestia.
Ella no sabía que este príncipe era tan dominante y terco. No importa cuántas veces le decía que no era la persona que él creía que era, él simplemente no podía creerlo.
No sabía si debía elogiar su amistad, cuidado y poder de observación o si debía maldecirlos porque no quería ser descubierta.
—No soy .
—¿No eres Gloria? Sí, claro —Vincenzo rodó los ojos antes de tomar su mano y sacarla del edredón.
Elliana entrecerró los ojos cuando lo vio sacar un marcador de su bolsillo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con cautela.