—¿Me extrañaste mucho, princesa? —preguntó Sebastián mientras la levantaba en el aire antes de girar, bajándola lentamente, su mirada sin apartarse de sus ojos, y ella murmuró con timidez.
—Te ves muy guapo esta noche, Sr. Marino —susurró ella acercándose a él, y él sonrió antes de tomar su mano y hacerla girar en su lugar, antes de atraerla hacia él de manera que sus manos quedaron sobre su pecho.
Él colocó su mano en su cintura antes de ayudarla a entrelazar sus manos alrededor de su cuello.
—Príncipe
—Uhuh —advirtió Sebastián, y ella tragó saliva, mirándolo fijamente a los ojos con los suyos bien abiertos.
—Sr. Marino —susurró ella, y él sonrió interiormente, su voz sin aliento, haciéndolo querer dejarla aún más sin aliento, pero claro, el lugar no era adecuado para ese tipo de acciones.
Él sonrió maliciosamente y tomó su mandíbula, liberando sus labios que estaban entre sus dientes.