—Qué grata sorpresa, señor. Si hubiera tenido idea de que vendría, habría organizado los archivos de los laboratorios y la información sobre cómo van las cosas. Los trabajadores están laborando día y noche aquí. El trabajo se completará pasado mañana —dijo el director, y Sebastián murmuró.
—Umm... ¿necesitaba algo de la princesa, señor? —preguntó el director, mirando entre el príncipe y su secretario.
Sebastián arqueó las cejas, su mirada aún fija en su teléfono donde miraba las imágenes de los daños hechos a su equipo en su última misión.
—¿Por qué? ¿Acaso no puedo venir a ver a mi esposa? Es hora de comer, ¿no es así? ¿Hay algo malo en ello? —preguntó Sebastián, y el director negó con la cabeza.
—Eso no es lo que quise decir, señor —dijo el director, sus ojos se abrieron al ver al príncipe levantarse de su sitio.
El príncipe enmascarado no estaba enfadado ahora, ¿verdad?