—¿Quién diablos eres tú? —preguntó el hombre mientras le agarraba las manos para evitar que se moviera.
Elliana miró a Natasha, quien la devolvía la mirada con ojos grandes y abiertos, el miedo visible en los ojos de la niña al darse cuenta de lo enfadada y peligrosa que se veía la Señorita Elliana.
—No importa quién soy. Lo que debería importarte es que estoy aquí para llevarme a esta niña conmigo, y nadie puede impedirme hacerlo —Elliana sacó su daga y golpeó la cabeza del hombre con el lado roma de madera del arma.
Aprovechando el momento de su shock y sorpresa, ella lo pateó, haciendo que retrocediera unos pasos mientras miraba alrededor buscando algo con qué ganar ventaja en la lucha sin lastimar demasiado a este hombre.
—¡Tú! —El hombre se tocó la frente, gruñendo hacia ella cuando sintió la sangre chorreando de su cabeza.