—Señor Marino —Elliana gimió cuando Sebastián colocó su mano sobre su abdomen inferior, sobre su ombligo, deslizándola sensualmente hacia arriba y abajo.
—Agárrate a los bordes del espejo, cariño. No querrías caerte —dijo Sebastián.
Deslizó su mano alrededor de su mano y guió sus manos hacia los bordes del espejo como si le enseñara cómo sujetarlo para tener un agarre adecuado, mientras frotaba su abdomen contra su espalda.
—Dado que lo has hecho sola, tengo todo el derecho de hacerlo solo también, ¿verdad? —Sebastián agarró un puñado de su cabello antes de colocar sus dedos alrededor del borde de sus bragas, el elástico, frotando su dedo alrededor suavemente, haciendo que ella respirara pesadamente en anticipación.