—Quiero toda la información de lo que sucedió aquí mientras no estaba y lo que pasó en el lugar de la batalla —Sebastián se sentó en el salón, sin molestarse en ir a la oficina, sabiendo muy bien que su princesa estaría dormida después de esa actividad ahora.
—Empezaremos contigo, señorita Zoya —los ojos de Sebastián estaban fríos, vacíos como un jarrón de abismo interminable. Su expresión parecía resuelta, como un tigre listo para saltar sobre cualquier cosa y todo lo que le molestara.
Lucas alzó la mirada hacia el príncipe, y sus ojos se entrecerraron cuando notó la marca extraña en su cuello.
Parecía una... ¿una marca de mordida?
—Señor, su cuello —comenzó Lucas, inseguro de cómo formular su frase de manera que no sonara demasiado ofensiva o provocativa.