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—¿Qué esperas? ¡Vuelve al trabajo! —rugió Sebastián, y sus hombres, que también estaban parcialmente en shock, salieron de su fase y comenzaron a atacar a los vampiros renegados, a pesar de su cansancio.
Sebastián levantó las manos al aire antes de que su mirada barrera a todos.
A la velocidad de la luz, comenzó a moverse en la multitud, apuñalando a los renegados con la espada, directamente en sus corazones, para matarlos de una vez por todas.
Su puntería era precisa. El centro del pecho, donde estaban sus corazones. Pero si por alguna razón fallaba, no dudaba en apuñalar a los renegados varias veces.
—¿Qué esperan? ¡Atáquenlo! ¡Todos juntos! —Maze rugió de dolor por la pérdida de su hermano, y unos treinta hombres se lanzaron sobre Sebastián al unísono, haciéndolo rugir como un demonio enojado antes de lanzar a los renegados por los aires, enviándolos a volar.
Soltó la espada en su mano izquierda.
—Esto se puso interesante —murmuró Sebastián con una risa oscura.