—No me mientas, Artemis. No digas que no lo sientes —la chica se acercó a él, y él apenas levantó las cejas ante ella.
—¿Qué es exactamente lo que quieres que sienta, Hera? ¿Debería sentirte a ti? Pero para eso, tendrías que acercarte a mí y dejarme entrar en ti para que...
—Esto no es algo de lo que se deba bromear, Artemis. Estoy siendo seria esta vez —Hera frunció los labios y miró el mar pensativamente.
—Ese barco vampiro, ¿no sientes que hay algo raro allí? No sé por qué, pero he tenido esa sensación desde que ese barco entró en nuestra área. Es como si hubiera alguien que es uno de nosotros, o una parte de nosotros —explicó Hera, y Artemis rodó los ojos.
—Sí, y es por eso que, como una chica tonta, te acercaste al barco, arriesgando no solo tu vida sino la de todo el clan Coral —preguntó Artemis, y Hera desvió la mirada.