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—¿Por qué estás gritando? ¡Debería ser yo quien gritase! Vamos, ¿sabes siquiera cómo manejar esto? ¿Qué haces pretendiendo ser una heroína? —Sebastián gruñó con molestia, y Elliana se giró brevemente.
—Si sigues gritándome, seguramente cometeré un error que nos hará caer a ambos en estas aguas profundas —dijo Elliana.
—Tú
—Abrázame, Sr. Marino. Abrázame y por una vez olvida todas las responsabilidades que cargas. Disfruta este viaje conmigo. Abrázame fuerte con tus brazos para que no caigamos —le dijo Elliana y Sebastián, que estaba a punto de gritarle de nuevo, miró alrededor a las hermosas formaciones similares a cuevas antes de suspirar.
Colocó su mano en la cintura de ella antes de oler su cabello, lo que de inmediato calmó su corazón enfurecido.
—Es hipnotizante, ¿verdad? —preguntó Elliana, y Sebastián asintió con un murmullo, acercándose aún más a ella para que si perdía el control él pudiera tomar el manillar.