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Elliana custodiaba su mente como Nath le había enseñado la última vez.
Sebastián levantó las cejas sorprendido cuando no pudo leer lo que ella estaba pensando.
Su adaptación a las cosas nuevas era tremenda. Era casi como si la hubieran enseñado a manejar esas cosas. Sebastián negó con la cabeza.
Después de comer hasta saciarse, Elliana estaba a punto de levantarse de su lugar cuando Sebastián pasó su mano alrededor de su cintura.
—¿A dónde crees que vas? Aún nos queda ese baile que me prometiste en el coche —dijo Sebastián, queriendo solamente pasar más tiempo con ella antes de que su estado ebrio pasara por completo y ella volviera a su yo normal y tímida.
—¿Quieres bailar conmigo? Pero ya es muy tarde. Debes estar cansado —dijo Elliana, muy consciente de su mano que dibujaba círculos alrededor de su cintura mientras la hacía sentir mareada.
—Creo que estaré bien. ¿Podrás mantener el paso? —preguntó Sebastián, y ella asintió.