Adictivo. Ni siquiera esta palabra podía describir lo que sentían en este momento. Elliana era demasiado tímida y apenas respondía a su beso, pero a él no le disgustaba. El cuerpo de ella reaccionaba a su beso, y era más que suficiente para él.
Sebastián no sabía que ella fuera capaz de tal cosa, pero había logrado despertar al monstruo dentro de él sin siquiera intentarlo.
Quería saborearla más, explorar su cuerpo dulce como la miel.
Ahora que sus papilas gustativas habían probado este sabor exótico, no sabía si quería algo más para cenar.
Estaba a punto de desplazar su mano a los muslos de ella y acercarla más íntimamente porque su soldado de abajo se sentía solo, cuando escuchó su teléfono vibrar.
Era perturbador, y por un segundo, quiso matar a quienquiera que lo estuviese llamando. No era alguien que abandonara su trato por una mujer, pero podía imaginarse a esta persona muriendo lentamente en su propia sangre por atreverse a interrumpir su dulce momento de castigo.