Los guerreros mecha habían creado un gran campamento en el mundo desconocido, asentándose como si planeasen quedarse por mucho tiempo. No estaba en el suelo, flotaba en el aire como estructuras que ella había visto en el inframundo y en Xeno. Mientras Escarlata caminaba entre ellos, observaba sus rostros sonrientes, ausentes de la preocupación que esperaba encontrar. Se suponía que este era un mundo horrible después de todo.
El mundo en sí no era lo que ella esperaba. En su mente, había trazado imágenes de cadáveres amontonándose, bestias mutadas corriendo salvajes y desgarrando todo con sus garras o quizás una oscuridad interminable como aquel planeta lleno de demonios rojos. De hecho, muchas veces, lo había imaginado como una versión diferente de Nordem, sin esperanza y encaminándose a su final inevitable. No era como la mayoría de esas cosas, especialmente porque había risas.