Mientras la respiración jadeante se calmaba y la suya se normalizaba, se preguntaba qué habría puesto la antigua deidad en ese abrazo para dejarla sin aliento. Se había sentido como un insecto aplastado por una bota extra grande.
Debía haberlo hecho a propósito, no estaban lo suficientemente cerca como para andar abrazándose. El precio que estaba a punto de pedir se iba a duplicar.
—Puedo oír tus pensamientos, ya sabes —le dijo la antigua deidad—. Ni se te ocurra pensar en estafarme o te abrazaré todo el día —amenazó.
Escarlata siseó y saltó lejos de él como si fuera el diablo.
—Viejo desagradable —murmuró.
—Un abrazo por el insulto —advirtió la antigua deidad.
Escarlata chilló de horror y se dio la vuelta para escapar, pero sus pies de repente se quedaron pegados al suelo, como si hubieran sido pegados, y fue abrazada a la fuerza otra vez.